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Boletín: Julio 2022

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El mes de julio siempre es un mes de intensidad frenética en el que las empresas pretenden, en general, cumplir sus compromisos con sus clientes a fin de poder disfrutar de un mes de agosto plácido en el que recobrar fuerzas para, a la vuelta de vacaciones, ponerse en marcha con el objeto de alcanzar los objetivos empresariales anuales. Este año no va a ser una excepción. Sin embargo, abundan los nubarrones que oscurecen el panorama económico internacional y que pueden poner en peligro la consecución de las previsiones empresariales. La guerra de Ucrania, el alza de las materias primas, el retraso en la entrega de suministros, el elevado precio de los combustibles, el riesgo del bloqueo de la distribución del gas ruso o los crecientes tipos de interés, constituyen factores que pueden afectar de manera significativa la situación financiera y comercial de las empresas, sin que éstas dispongan en muchos casos de medios específicos para neutralizar los efectos perniciosos que puedan traer consigo tales circunstancias.

Ciertamente no hay fórmulas mágicas que posibiliten una solución a tales interrogantes. No obstante, en otras situaciones semejantes, se ha visto que las empresas que cuentan con unas necesidades de financiación saneadas se encuentran en mejores condiciones de afrontar este tipo de obstáculos. También es importante destacar que la depreciación de euro frente al dólar, al margen de las consecuencias desfavorables que genera para la compra de petróleo, puede suponer un importante estímulo para las empresas exportadoras que pueden ver así reforzada su posición con respecto a otros competidores ajenos al ámbito europeo. Desde una perspectiva jurídica, sería conveniente revisar todos los contratos con clientes y proveedores a fin de delimitar adecuadamente el alcance de las obligaciones asumidas. Por una parte, precisando el alcance de los compromisos contraídos con los clientes a fin de no tener que soportar responsabilidades contractuales más allá de las necesarias. Y, por otra, imponiendo a los proveedores las condiciones que resulten más ventajosas, que hagan posible que puedan cumplirse las obligaciones contraídas con los clientes, y que en caso de que su incumplimiento sea debido al proveedor, éste sufra también, de alguna forma, las consecuencias.

Es el momento, en suma, de que las empresas extremen las precauciones para que el impacto de las perturbaciones económico-políticas existentes resulte más limitado. Algunos de tales factores, desgraciadamente, van a desplegar sus efectos perniciosos, en cualquier caso. Sin embargo, habría que intentar que las empresas hicieran uso de aquellos elementos que pueden contribuir a reforzar las garantías de funcionamiento de las empresas. Y, en tal sentido, aunque no sea quizás el mejor momento para recordarlo, justo antes del periodo vacacional, resultaría recomendable revisar el alcance y contenido de los contratos con proveedores y clientes para ajustarlos al exigente momento actual. No servirá inicialmente para sortear las dificultades de carácter económico que rodeen a las empresas en estos delicados momentos. Pero, en cualquier caso, permitirá que queden más definidos los compromisos de los proveedores, con lo que ello supone, y las posibles responsabilidades ante los clientes, lo que resulta especialmente relevante a la vista de la importante incidencia económica que ambos aspectos deparan.

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