Estos últimos años, los Precios de Transferencia (en adelante, PT) han dejado de ser un apéndice técnico del compliance fiscal para convertirse en parte importante/trascendente de la estrategia empresarial. Las multinacionales que aún los tratan como una obligación documental están ignorando una realidad que ya no se puede maquillar: el entorno fiscal global ha cambiado, y con él, la forma en que se fiscaliza, se interpreta y se penaliza la asignación de beneficios entre entidades vinculadas.
En las siguientes líneas, únicamente pretendo advertir de una realidad que muchas empresas siguen sin ver. Las empresas no están rediseñando su modelo de negocio desde la óptica de los PT, por lo que están expuestas a ajustes tributarios, a crisis reputacionales, sanciones multimillonarias y pérdida de competitividad.
Durante décadas, las estructuras fiscales se han basado en narrativas jurídicas que asignaban funciones, activos y riesgos a entidades que, en la práctica, no los ejercían o al menos no en todo caso. Estos últimos años, esa ficción ha sido desmantelada por la tecnología, la cooperación internacional y una nueva filosofía fiscal: la sustancia económica como principio rector.
Las autoridades fiscales ya no se conforman con contratos firmados entre partes vinculadas. Exigen evidencia operativa, trazabilidad digital y coherencia entre lo que se declara y lo que realmente ocurre. ¿Tu entidad en Luxemburgo toma decisiones estratégicas? ¿Tu centro de servicios en Filipinas asume riesgos reales? ¿Tu distribuidor en México tiene autonomía funcional?
Estas preguntas ya no son retóricas. Son auditorías en curso, alimentadas por algoritmos que cruzan datos contables, financieros, logísticos y laborales.
Pilar Dos: el impuesto mínimo global como disruptor sistémico
La entrada en vigor del impuesto mínimo global del 15%, impulsado por la OCDE y el G20, ha redefinido el mapa fiscal internacional. Las jurisdicciones de baja tributación han perdido su atractivo si no hay sustancia detrás. Ya no basta con trasladar beneficios a entidades en paraísos fiscales: si no hay actividad real, no hay ahorro. Y si hay ahorro sin actividad, hay ajuste.
Este nuevo marco obliga a repensar la cadena de valor global. Las empresas deben demostrar que el beneficio se genera donde se crea el valor. Y eso exige una revisión profunda de:
- La asignación de funciones, activos y riesgos.
- La lógica económica detrás de los márgenes operativos.
- La coherencia entre los precios de transferencia y la contabilidad financiera.
- La compatibilidad entre los PT y el impuesto mínimo global (GloBE).
Además, el Amount B —una iniciativa para estandarizar la remuneración de distribuidores mayoristas— introduce una simplificación que, paradójicamente, exige mayor rigor. Las empresas deben justificar por qué sus márgenes se desvían del estándar, y hacerlo con evidencia técnica, no con argumentos genéricos.
Tecnología fiscal: el auditor invisible que nunca duerme
La digitalización tributaria ha convertido a las administraciones en observadores permanentes. Plataformas como el SII en España, el SAF-T en Portugal, el DAC6 en la UE y el EU Public Country-by-Country Reporting permiten una fiscalización continua, automatizada y predictiva. La inteligencia artificial aplicada al control fiscal detecta inconsistencias, patrones de evasión y estructuras agresivas con una precisión que ningún auditor humano podría igualar.
Las empresas que aún documentan sus PT en hojas de cálculo están en desventaja. El compliance fiscal exige automatización, trazabilidad y capacidad de respuesta en tiempo real. No se trata solo de cumplir, sino de demostrar que se cumple de forma inteligente, coherente y sostenible.
Más allá del compliance: diseño fiscal estratégico
Las empresas deben abandonar el enfoque reactivo y adoptar una estrategia fiscal proactiva. Eso implica:
- Integrar la Política de Precios de Transferencia en el diseño del modelo de negocio y no se genere a posteriori.
- Formar equipos multidisciplinares que combinen fiscalidad, finanzas, operaciones, tecnología y comunicación.
- Revisar la cadena de valor global con criterios de sustancia, coherencia y resiliencia fiscal.
- Simular escenarios de inspección o comprobación, anticipando preguntas, pruebas y ajustes potenciales.
- Digitalizar y automatizar la documentación y el análisis de riesgos, con herramientas tecnológicas avanzadas.
Implicaciones operativas: el compliance como ventaja competitiva
El nuevo entorno fiscal no solo penaliza el incumplimiento. Premia la excelencia. Las empresas que integran los PT en su estrategia operativa logran:
- Mayor eficiencia en la asignación de recursos.
- Reducción de riesgos fiscales y reputacionales.
- Mejora en la relación con las autoridades tributarias.
- Acceso preferente a acuerdos anticipados (APAs) y programas de cumplimiento cooperativo.
- Fortalecimiento de la gobernanza interna y la cultura de integridad.
El papel de los equipos fiscales: de guardianes a arquitectos, pasando de una actitud pasiva a una activa
Los departamentos fiscales ya no pueden limitarse a revisar contratos y preparar informes. Deben convertirse en arquitectos del modelo de negocio. Su rol incluye:
- Participar en el diseño de estructuras operativas.
- Evaluar el impacto fiscal de decisiones estratégicas.
- Coordinar con áreas de tecnología para implementar soluciones de automatización.
- Formar parte del comité de riesgos reputacionales.
- Liderar la relación con las autoridades tributarias en entornos cooperativos.
Este cambio de rol exige nuevas competencias: pensamiento estratégico, dominio tecnológico, habilidades comunicativas y visión global.
Más allá de los sistemas, informes y estructuras, el verdadero motor del cumplimiento fiscal es la cultura corporativa. Una cultura que valore la transparencia, la integridad y la responsabilidad tributaria genera comportamientos sostenibles, reduce riesgos y fortalece la reputación.
Las empresas deben invertir en formación, comunicación interna y liderazgo ético para consolidar una cultura fiscal robusta. La fiscalidad ya no es solo una función técnica. Es una expresión de los valores corporativos.
En conclusión, las empresas deben dejar de ver los precios de transferencia como un mero cumplimiento formal o un compliance pasivo. Las empresas deben pensar como los auditores, anticiparse como los reguladores y actuar como los estrategas. Los precios de transferencia ya no son una nota al pie. Son uno de los pilares de la economía-financiera corporativa.
La pregunta que hago no es si estás cumpliendo sino si estás preparado para que te fiscalicen por dentro, ya que la opacidad está dejando de ser una opción y la simulación, un riesgo existencial.
