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Gonzalo Fornos. Director Procurement & Operations – Transformación Digital

Puedes leer el artículo en Expansión.com

Ver el problema desde la barrera no resolverá la situación, es un problema grave, probablemente un asunto de Estado y que afecta a más de los que parece

La actual situación de desabastecimiento de chips o semiconductores y sus efectos en las cadenas de suministro del sector de automoción se ha desencadenado ahora por efecto de la COVID-19, pero pone de manifiesto varios problemas de fondo, tremendamente complejos, que deben poner a trabajar a Gobiernos y Empresas.

La pregunta que nos hacemos muchos es ¿cómo es posible que ‘gigantes de la automoción’ que son empresas enormes y de una gran solvencia, se vean obligadas a detener su producción?.

El problema es muy serio e impacta de lleno a un sector que supone entre un 8% y un 11% de PIB y que tracciona a miles de proveedores de la industria auxiliar, todos ellos obligados a poner en marcha medidas de ajuste temporal de actividad. MERCEDES BENZ, SEAT, VOLKSWAGEN, RENAULT, STELLANTIS o NISSAN son algunos de los ejemplos de empresas afectadas por esta situación.

Hoy, los semiconductores son una parte esencial del proceso productivo, y lo serán mucho más, gracias a la digitalización, electrificación del vehículo y la movilidad sostenible, pudiendo representar hasta el 20% del total de la lista de materiales en 2030, según Pat Gelsinger, CEO de Intel.

¿Qué está pasando?

Por el lado de la Demanda …

Este sector no es el único que demanda ‘chips’ en la actualidad.

La electrónica de consumo ha experimentado un pico importante de solicitudes en los últimos meses junto al despliegue del 5G, la infraestructura cloud o la Inteligencia Artificial.

Y es que fruto de la pandemia, mientras la automoción suspendía su actividad, la electrónica de consumo vivió una espectacular punta de pedidos fruto de las nuevas necesidades de comunicación o por entretenimiento. Así, los fabricantes de ‘chips’ reorganizaron sus instalaciones y procesos productivos y se adaptaron a la situación.

Cuando la automoción reanudó la actividad (antes de lo previsto), la producción de chips ya estaba ‘organizada’ y, aunque se pudo contar con stocks intermedios, estos solo resolvían 2-3 meses de desajustes. ¿Consecuencia?: Parada de actividad de la industria principal y auxiliar, así como un aumento de los plazos de entrega de vehículos nuevos, cuya demanda final vive su particular crisis de demanda.

Por el lado de la Oferta…

Es importante destacar que las cadenas de suministro de la automoción, de la electrónica de consumo están ‘desintegradas’ y ‘deslocalizadas’.

En particular, la fabricación de ‘chips’ se encuentra concentrada en 3 países y en muy pocos fabricantes. Así, TAIWAN, COREA DEL SUR y CHINA suman más del 80% de la capacidad global, y en estos países, fabricantes como la taiwanesa TSMC agrega más del 50% de la cuota mundial. Por detrás quedan fabricantes e integradores como SAMSUNG, INTEL o INFINEON.

Esta deslocalización es clave para entender que también la escasez de contenedores hace mella en los costes de transporte y los plazos de entrega. En agosto de 2020, transportar un contenedor desde China podría costar 3.500 – 4.000 $. Hoy (septiembre 2021) está por encima de los 18.000 $.

Además, estas ubicaciones conllevan una exposición a factores meteorológicos adversos, como las grandes sequías en TAIWAN de 2020, el terremoto de Japón de 2011 y posterior tsunami, las inundaciones de Indonesia o los tifones de Filipinas.

Otro problema añadido es la escasez de materia prima, como el ‘sustrato de resina’que ya presenta plazos de entrega de 30 semanas (nunca visto antes).

¿Tiene esto solución?

El problema no es si la hay, el problema es cuando y quien se pone a trabajar.

Algunos vaticinan el reajuste para el primer trimestre del año 2022, pero no podemos ver la recuperación desde la barrera sino que hay que ponerse a trabajar para resolver el fondo.

En el corto plazo no queda más remedio que ajustar la producción y abrir un diálogo sectorial con toda la cadena de proveedores. Algunos de ellos cuentan cierta solvencia, pero muchos no están suficientemente preparados para absorber el impacto y son críticos para la continuidad de la actividad.

Este diálogo debe servir para amortiguar el impacto en toda la cadena, debe realizarse con sentido de largo plazo para robustecer la cadena y mejorar su resiliencia.

En el medio plazo instalar nueva capacidad productiva es ya un asunto de Estado y a nivel de la UE una prioridad estratégica. El mundo necesita una cadena de suministro más equilibrada y mucho más resiliente, no tan dependiente de los países asiáticos.

Sin embargo, son necesarias inversiones muy importantes, superando los 15.000 millones de €, medios productivos muy sofisticados y escasos, mano de obra muy cualificada y grandes dosis de paciencia (entre 18 y 24 meses, como mínimo).

Estados Unidos lo tiene claro, ha destinado un fondo de 50.000 millones de $ e Intel ha anunciado la inversión de 20.000 millones de $ en 2 fábricas en Arizona.

Europa parece que empieza a tener clara su debilidad   y se prepara para destinar hasta 800 millones de € (que provienen de varios programas de inversión incluido un fondo de recuperación Covid-19) para que compañías como Intel, TSMC y otras refuercen sus fábricas en el Viejo Continente. El objetivo final es duplicar su participación en la producción mundial de semiconductores al 20%.

Mientras, ¿qué pueden hacer nuestras empresas?

Es crítico mejorar la capacidad de reacción de las cadenas de suministro, aumentar su resiliencia y mejorar la conexión entre todos los participantes.

Para ello, la diversificación y desarrollo de proveedores, situar stock en varios puntos de la cadena, agregar la demanda y buscar alternativas logísticas son algunas de las recomendaciones.

A nivel interno la digitalización será la clave para simplificar los procesos, desarrollar proveedores y ganar transparencia en toda la cadena.

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